El viernes pasado, hablando en el barrio de La Pequeña Habana de Miami, el presidente Donald Trump anunció un cambio en la política estadounidense hacia Cuba, que bajo la administración de Barack Obama había experimentado un acercamiento significativo con los EE. UU.
Dejando de lado la retórica, la política que Trump describió no altera fundamentalmente muchos de los pasos de su predecesor hacia la normalización, incluidas relaciones diplomáticas renovadas, visitas ilimitadas para los cubanoamericanos que visitan a sus familiares en casa y el fin de la política de inmigración de Estados Unidos que había favorecido a los cubanos.
Y aunque el discurso tiene al gobierno y a las pequeñas empresas en Cuba nerviosos, es probable que ningún decreto de Trump detenga los cambios que ya han barrido la isla durante la última década.
El área post-Fidel comenzó hace diez años
Desde que Fidel Castro murió en noviembre de 2016, los observadores extranjeros (periodistas, turistas políticos y similares) han acudido en masa a las calles de La Habana. ¡Vamos a ver la Cuba comunista antes de que sea demasiado tarde! ellos razonan.
Lo que se le escapa a esta reacción es que Cuba ya cambió: la era post-Fidel ya tiene más de una década.
Mi investigación, publicada en enero de 2017 en Mexican Law Review, muestra cambios importantes en el estilo de gobierno y la ideología del país. El liderazgo carismático que personificó el tiempo de Fidel en el poder se ha ido, reemplazado por un arreglo colectivo. Y la economía de planificación centralizada de Cuba tiene características integradas de socialismo de mercado.
Es probable que estos cambios se aceleren con la derogación de Barack Obama de la política de EE. UU. que otorgaba a los inmigrantes cubanos un estatus migratorio privilegiado, tanto al eliminar una ruta de escape para los ciudadanos insatisfechos como al reducir las posibles remesas futuras. Trump no planea deshacer este cambio.
El fin del liderazgo carismático
Cuando Fidel enfermó gravemente en julio de 2006, delegó provisionalmente su doble cargo -presidente del Consejo de Estado y primer secretario del Partido Comunista de Cuba- en su hermano menor Raúl, durante mucho tiempo jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias y segundo secretario. del Partido Comunista. A medida que la salud de Fidel se deterioraba aún más, la Asamblea Nacional nombró presidente a Raúl en febrero de 2008.
Este movimiento mantuvo la sucesión dentro de la familia, pero Raúl ha rechazado cualquier futuro al estilo de la dinastía Kim para el país. Si hace diez años Cuba se parecía más a Corea del Norte que a China, hoy es todo lo contrario.
Liderazgo e ideología en los sistemas comunistas sobrevivientes en 2016. Creado por el autor. Autor proporcionado
Rompiendo con la práctica de décadas de Fidel, Raúl recomendó a los delegados del VI Congreso del Partido en abril de 2011 que limiten los cargos públicos a un máximo de dos mandatos de cinco años; esto pronto se convirtió en la línea oficial del Partido.
En el corto plazo, los límites de mandato significaban que la presidencia de Raúl Castro terminaría en febrero de 2018, lo cual ha confirmado. A largo plazo, eso planteó interrogantes sobre la era posterior a Castro. Sin duda, en 2013 Miguel Díaz-Canel, un miembro del Partido Comunista, fue ascendido a primer vicepresidente del Consejo de Estado, la primera vez que un veterano revolucionario no ocupaba ese cargo. Técnicamente, según la constitución cubana, si el presidente muere, asume el primer vicepresidente.
No obstante, el VII Congreso del Partido, realizado en abril de 2016, designó a Raúl Castro como primer secretario. Si bien esto mantiene a un veterano revolucionario en control de un puesto clave después de 2018, por primera vez el jefe del Partido Comunista de Cuba no será la misma persona que el presidente de Cuba.
El auge del socialismo de mercado
El socialismo de mercado puede definirse como “un intento de reconciliar las ventajas del mercado como sistema de intercambio con la propiedad social de los medios de producción”.
Como siguiendo esta definición del Oxford Dictionary of Social Sciences, el VI Congreso del Partido aprobó que a partir de ahora “la planificación tendrá en cuenta el mercado, incidiendo en él y considerando sus características”.
Este es un compromiso torpe con el mercado, tratándolo como un extraterrestre del espacio exterior. Y personifica las dificultades ideológicas actuales del régimen cubano.
Aún así, Raúl Castro ha supervisado la mayor expansión de la actividad socioeconómica no estatal en los 50 años de historia de la Cuba socialista.
La Oficina Nacional de Estadística de Cuba informa que en 2015 el 71% de los trabajadores cubanos eran empleados estatales, frente al 80% en 2007, y el número de trabajadores por cuenta propia (en su mayoría urbanos) ha aumentado de 141.600 en 2008 a medio millón en 2015. En un país con una fuerza laboral total de cinco millones, este no es un cambio baladí.
Desde 2008 hasta 2014, más de 1,58 millones de hectáreas de tierra ociosa han pasado a manos privadas. Eso es casi una cuarta parte de los 6,2 millones de hectáreas de tierra agrícola de Cuba, aproximadamente a la par con la tierra de propiedad estatal (30%).
En suma, el mercado ya no es el enemigo, es un socio menor de la planificación central cubana. El último Congreso del Partido, el séptimo de Cuba, aprobó la continuidad de los esfuerzos de liberalización controlada al convertir el socialismo de mercado en doctrina del Partido Comunista, al afirmar que “el Estado reconoce e integra el mercado al funcionamiento del sistema de dirección planificada de la economía”.
La nueva política cubana
El surgimiento de la ideología socialista de mercado surgió, en gran medida, del declive de la autoridad carismática.
La próxima generación de líderes de Cuba, que se espera que tome el poder en 2018, no disfrutará de la misma legitimidad incuestionable que sus padres fundadores, y mucho menos la de Fidel Castro. Entonces, el inevitable fallecimiento de los revolucionarios que todavía están en el poder hoy, la mayoría de los cuales tienen más de 80 años, hace que el ya difícil proceso de reformar el régimen sea aún más difícil.
Por lo tanto, el desafío de Raúl Castro durante la última década ha sido no solo hacer que su presidencia se asiente sobre una base sólida, sino también asegurarse de que esa base perdure después de que se vaya. La cuestión del desempeño económico era claramente fundamental para esa tarea.
Raúl vio el socialismo de mercado como una forma de fortalecer la economía de Cuba sin abandonar sus ideales de la era de Castro. El interés de los veteranos revolucionarios en ver sobrevivir el sistema que construyeron no sorprende, y explica su rechazo a cualquier invasión capitalista.
Pequeños negocios como barberías o puestos de comida, ahora ‘normales’ en el sistema de socialismo de mercado de Cuba, pueden verse afectados por las nuevas políticas de Trump. Alexandre Meneghini/Retuers
Volvamos al cuadro anterior que presenta una comparación de los países comunistas sobrevivientes en la actualidad. Muestra a Cuba hoy, después de diez años de Raúl, ubicada en algún punto intermedio entre Corea del Norte (donde todavía está firmemente arraigada una economía ortodoxa al estilo soviético) y países como China y Vietnam que han visto restaurado el capitalismo, y algo más cerca de este último.
Pero la diferencia entre la aceptación «media» del mercado y la aceptación «alta» del mercado es sustancial. Esto último supone un regreso de la burguesía –la clase social de los dueños de los medios de producción, expropiados por la revolución castrista– y hasta el momento este límite ideológico clave sigue siendo fuerte en Cuba.
Desde el colapso de la Unión Soviética en 1991, muchos han asumido que la caída de la Cuba comunista es una cuestión de cuándo , no de si . Solo si abandonamos el enfoque en “la caída” y entendemos cómo ha sobrevivido el gobierno comunista en Cuba, podemos comprender cuán poderosamente ha cambiado Cuba.